Dios me libre de pretender usar de forma impropia los versos de Gustavo Adolfo Bécquer. Y mucho menos, para compararlos con el espectáculo de la deprimente e incierta situación política que España protagoniza, para rubor de quienes vivimos en la vieja Piel de Toro de Europa, incluyendo a los que se quieren dar el piro de ésta hermosa nación. Peor para ellos. No saben lo que se perderían.
Hemos entrado en la semana de “la ruleta de la suerte”. La izquierda española intenta jugar, a su favor, la partida definitiva. Dicen que todos juntos, pero no revueltos, aunque cada uno quiere su parte del premio. Esperemos que en ese peculiar reparto no terminen con golpes en las espinillas. De momento, han conseguido dejar fuera del escaparate a la derecha del PP, contando con Ciudadanos que ideológicamente pueden ser galgos o podencos, pero árbitros de la partida a muchos.
Hay que reconocer, que todo esto se ha enrarecido y complicado a raíz de brotar de golpe, en momentos muy “oportunos”, las mangancias de algunos. De un tiempo a ésta parte los majaderos crecen como enanos. Hay tanto pusilánime como pringao profesional. Así nos va. Estamos hasta el gorro (por no decir algo más contundente) de que nos saquen los colores desde todos los puntos cardinales. Los españoles no nos merecemos andar de en boca en boca y dando tres cuartos al pregonero. Lo de los “cuartos”, es por apoyar un viejo dicho, aunque hay quienes eso de los “cuartos”, la “pela”, “la pasta”, el “parné”, la “mosca” y sus mil derivados, son, para algunos, como un “milagro” caído del cielo. Y para otros, en forma de cargos públicos o privados, en beneficio de la familia o los amiguetes. Hay de todos y para todos los gustos y colores en la viña del Señor.
De las catacumbas han salido demasiados “manostijeras”, que sin escrúpulos ni honra, han manchado la dignidad de mucha gente que, sin comerlo ni beberlo, ha visto como algún tipejo de tres al cuarto, otrora amigo o compañero, ha restregado por el fango la decencia, la confianza y lealtad depositadas en ellos, no sólo a titulo personal, sino por lo que han representado durante años. Su falta de ética y decencia, puede tirar por la borda los muchos años de sacrificio y esfuerzo a favor de los españoles que, para más Inri, han depositado en ellos su confianza ciega. Y deben seguir haciéndolo, una vez separado del trigo los granos infectos. Para esos, todo el desprecio que merecen.
Dicho todo esto, hay que volver al camino inicial. Las golondrinas del verso revolotean, de forma cansina, por nuestras cabezas, como si no tuvieran otra cosa que hacer que intentar anidar, y poner el huevo, si les dejan, allá donde ni pueden ni saben, por bien de todos. Y siguen erre que erre. Muchos de esos pájaros, quieren, a toda costa, anidar en el campanario. Y si puede ser, mandar sobre el resto de especies. Muy en el fondo comprendo su anhelo desmedido. Es legítimo, pero tengo mis dudas de que eso convenga a la gran mayoría, incluida aquella que propició, de buena fe, su llegada al gran lago.
En España hay que gente que quiere que la gran mayoría baile al ritmo que pretende marcar la “orquesta”. No creo que estemos por la labor sabiendo de antemano la música que tocan. Algunos intentan dulcificar la partitura para que no suene tan estridente, con tal de conquistar al que busca el silbato perdido, de coro en coro y de escenario en escenario, sin detenerse a pensar si la pieza a tocar es audible. Incluso amorosa, para meterse en el bolsillo al presunto director de la orquestina.
A lo mejor hay que recurrir a Cantinflas que, guitarra en mano desafinada, como su voz, cantaba aquello de “Alevántate mi amor, alevántate lucero, ¡que te canta tu papi, que te canta tu mami, que te canta tu amoooor¡. Eso es, justamente, lo que parece que está ocurriendo con algunos de nuestros políticos de hoy. Se susurran melodías al oido. Desentonan a veces. Vuelven a quererse y a cantarse versos de enamorados, aunque no se soporten. Pues ya va siendo hora de que arreglen éste desaguisado, dejen a un lado los falsos mimos y se pongan a trabajar en serio, sin peloteos ni cambalaches.
Que dejen de quererse tanto de cara al telediario, de mirarse al espejo, al ombligo y a los ojos mustios, y por una vez, piensen de verdad en España. Sin disimulos. Ya estamos hartos de cantatas, arrullos y nanas. Que se marche aquél que no sea capaz de superar su ego, de priorizar los intereses de los españoles por encima de partidismos ideológicos o personales. Y quien no se vea con fuerzas para evitar tentaciones, mejor que se quede en casa o se marche al Pirineo a convivir con los osos. Claro que, dirán ustedes, qué culpa tienen los pobre osos ¡Vaya cruz que nos ha caído¡