2019 pasará a la historia entre otras muchas cosas como el año “en funciones”. Un año con tres Presidentes, tres personas distintas en un engreído dios menor, el Sánchez derrotado por los mismos que le llevaron a Moncloa, el Sánchez dos veces candidato vendedor de humo y prometedor de milongas y el Sánchez en funciones, adueñado del refrán aquel de “donde dije digo…” sin que le entre el menor sonrojo. Ah, y no sabemos si su ministra nos hará diferencia entre el Sánchez de a pie y el Sánchez de las alturas.
El año de VOX y de Podemos, uno ascendente, otro descendente, con la diferencia de que en el caso de Podemos nació por el cabreo ciudadano ante una situación económicamente crítica, que una vez superada “muerto el perro se acabó la rabia”, a no ser que con este gobierno que se avecina la rabia vuelva a aparecer y en ese caso Pablo Iglesias montará otro “podemos” para luchar contra sí mismo pero echando la culpa a Sánchez.
En VOX sonó la flauta por casualidad y subiéndose al tren que pasaba por la Diagonal con un billete pagado oportunamente por Sánchez, llegó al Congreso horrorizando al rojerío patrio y al no patrio, pero llegó siendo la tercera fuerza más votada y además con futuro. Digo con futuro porque los males que combatía Podemos en su inicio eran males pasajeros y una vez superados la extrema izquierda volvería a su status anterior de poco más del millón de votos, mientras que VOX nace como adalid del nacionalismo español defensor de la Constitución y la Monarquía Constitucional frente al secesionismo catalán y vasco y el republicanismo federalista del nuevo PSOE sanchista y el PSC de Iceta, de manera que los males contra los que lucha VOX no se van a curar en plazo corto y la gente está harta de la “blandura” del PP, que grandes milagros ha de obrar para reconducir la situación y unir a la derecha en un proyecto único.
Es también el año de Ciudadanos y sobre todo de Rivera, aquel que “fue a por lana y salió trasquilado”, dilapidando en cuatro días una carrera política que le hubiera convertido en Vicepresidente de un Gobierno fiable aplaudido por casi todos, pero sus malos pasos le condenaron al ostracismo llevándose por delante casi toda la cosecha de años anteriores.
Lo que parece ser cierto es que a la España del S. XXI no la conoce ni la madre que la parió en el S. XX y es que la Constitución ha envejecido. No la reformaron PP y PSOE cuando pudieron y ahora es poco menos que imposible si no es tirando al desmembramiento que se afianza en Cataluña y País Vasco y prende ya en territorios y ciudades.
El PSOE que conocimos ya no existe. El actual es más manejable, más aborregado, menos intelectual y bastante más inculto. Es un partido reformado a los intereses del caudillo Sánchez para el que el compromiso histórico o la palabra dada no tienen sentido. Un partido al servicio del caudillo y de la permanencia del mismo. El que fuera una china en el zapato del viejo partido es ahora el zapato, pero con chinas como granos de arena, Page, Lambán y los históricos, que no solo no molestan sino que hasta da gusto pisarlas.
Hemos estado sometidos a un programa de provisionalidad donde Montoro es el único “superviviente” a falta de otras cuentas. Sometidos también a la inoperancia de esa colección de horrorosas cariacontecidas ministras, y ministros voladores, volátiles o “sin nombre”. Hemos asistido al mayor ejercicio de ninguneo y desprestigio de la Corona por parte del rompedor de espejos monclovita y hemos comprobado como la mentira es una nueva forma de hacer política. Nos dijo Sánchez que Iglesias le quitaba el sueño y ahora van a dormir juntos. Nos dijo también que a los independentistas ni agua y ahora un preso condenado por sedición marca los tiempos y el contenido de la política a seguir. Se presumió de la imparcialidad de la justicia mientras se le ponían palos en la rueda hasta el punto de que es la vergüenza de la UE un Estado en el que se pretende formar Gobierno con los condenados por sedición por su mismo Tribunal Supremo.
Visto lo visto no es extraño que ahora todo el mundo trate de poner el pie en el estribo e iniciar la marcha por su cuenta al estilo de la espantada de la Primer República. Navarra quiere dejar de ser Navarra para ser vasca, las Baleares quieren ser catalanas, en Valencia prende también la moda identitaria, León está hasta el gorro de Valladolid, Almería hasta “los mismos” de Sevilla, los Araneses no son Catalonya, “Teruel existe”, “Soria, ya”, “Cuenca también existe” faltaría más y hasta El Bonillo es una nación. El iluminado de Iceta, del que algunos piensan que es un forúnculo en el culo del PSOE dice que en España hay ocho naciones y se queda tan fresco, a Sánchez le salen tres o cuatro, bueno, una más ahora según los socialistas leoneses.
En fin, que entre Sánchez, Iglesias, el preso Junqueras y el prófugo Puigdemont, con la ayuda de nuestros enemigos vikingos, celtas, francos, sajones y demás bárbaros que dominan la UE, España dejará de ser España para convertirse en la federación ibérica de reinos de taifas. ¿Y esto tiene solución?, ¿y en caso de tenerla quién la aplicará?. Vamos a pensar que los españoles, o sea nosotros mismos, pero qué va, si nos hemos vuelto cómodos, pasotas, apáticos, despreocupados, nos importa un carajo si la clase política nos toma el pelo, no vemos más allá de nuestra linde, no hacemos causa común con nada. ¿Entonces quién, el Rey?, ya quisiera él poner orden en este desbarajuste pero el Rey está maniatado por el Gobierno y Sánchez se encarga a diario de que esto continúe y con el nuevo Gobierno no cabe esperar otra cosa sino una campaña de acoso y desprestigio a la Corona. Queda otra opción, las Fuerzas Armadas, de las que el Artículo 8º de la Constitución dice: “ Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.” ¿Pero a instancias de quién, quién les encarga tal misión, qué habrían que hacer y cómo?. No hay respuestas.
Este Gobierno frentepopulista que se avecina pronto comenzará a calificar a la derecha como la “derecha constitucional monárquica” frente a la “izquierda democrática” y no tardará mucho en eliminar lo de constitucional y dejarla solo en “derecha monárquica” para justificar el añadido de la “izquierda democrática republicana”. Con ello regresamos a 1931 y vuelta a empezar. Cuatro lunáticos y un pueblo adormecido y aborregado que llevarán a España a repetir lo peor de su historia del Siglo XX.
Feliz año 2020 a todos los que han tenido la paciencia de llegar leyendo hasta aquí y a todos los españoles que aún creen en España y sueñan con encontrar pacíficas soluciones frente a la ignominia de la traición que se avecina.