Urge la integración
Una vez firmado el Tratado de Adhesión el 12 de Junio de 1985, España se sumó en una Unión Europea que iba a más, que se integraba en lo político y en lo económico, forjando, como prometían los preámbulos de sus tratados, una Unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa.
El sábado pasado la catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, escribió un excelente artículo alrededor del tema de la letal pandemia del coronavirus. Hacia el final del Artículo: Los desafíos del coronavirus, escribió lo siguiente. “En estos días de preocupación más que justificada por una pandemia letal se oyen a menudo dos preguntas: ¿saldremos de esta? y ¿Qué habremos aprendido para el futuro? Y si, saldremos de ésta, aunque muchos quedarán – o quedaremos- por el camino, porque todas las epidemias se han superado mal que bien. Pero lo que sucederá en el futuro dependerá en muy buena medida de cómo ejerzamos nuestra libertad, si desde un “nosotros” incluyente, o desde una fragmentación de individuos en la que los ideólogos juegan para hacerse con el poder. Es en este punto donde demostraremos que hemos aprendido algo.”
La pandemia del coronavirus que aún sufrimos muestra la necesidad de afrontar insuficiencias y disfunciones derivadas de la globalizacion. Sus excesos reclaman cambios estructurales en el ámbito político, económico, social y medioambiental, cambios que solo desde las capacidades de la Unión Europea es posible impulsar para garantizar los derechos y servicios de las ciudadanas y ciudadanos.
En la reconstrucción de nuestros sistemas económicos, debemos poner especial énfasis en su sostenibilidad social y ambiental. No podemos eludir una vez más nuestra responsabilidad en la lucha contra el cambio climático y por la preservación de la biodiversidad, ni tampoco menospreciar los hallazgos de la ciencia.
Visto desde ahora, la Unión Europea debería haberse hecho cargo de la crisis desde el principio. El propio Tratado sobre el Funcionamiento de la Unión lo tiene en cuenta: su Artículo 168, tras afirmar que “la Unión garantizará un alto nivel de salud humana” establece que “los Estados miembros, en colaboración con la Comisión, coordinarán entre sí sus políticas” y que “el Parlamento Europeo y el Consejo podrán adoptar medidas de fomento destinadas a proteger y mejorar la salud humana y, en particular, a luchar contra las pandemias transfronterizas”. El Artículo 222, titulado Cláusula de Solidaridad, establece que “la Unión y los Estados miembros actuarán conjuntamente y con espíritu de solidaridad cuando un Estado miembro sea víctima de una catástrofe natural.”
Las emergencias globales como la de coronavirus deberian afrontarse en la medida de lo posible a escala supranacional, no solo en la garantía de la igualdad en derechos de todos los ciudadanos europeos, sino también de su eficacia, que depende en buena parte de la coherencia y la homogeneidad de las medidas. Pero sucede que los 27 países miembros van cada uno por su lado, con diferentes estrategias, en la demagógica defensa de una insensata soberanía nacional. El resultado es que bastará que uno de ellos adopte en uso de su “soberanía” medidas inadecuadas, para generar el riesgo de contagio en los demás.
La Comisión Europea –que tiene, entre sus componentes, un comisario para la salud, otro para la cohesión y otro más para la gestión de las crisis– todavía está a tiempo de coordinar las estrategias en los diferentes países de la Unión, en actuación de los Artículos 168 y 222. Si no lo hace, dará otra prueba de su ineptitud, como institución capaz de imponer sacrificios solo en la garantía de la estabilidad presupuestaria, pero no de la salud y de la vida de los ciudadanos.
Una Union Europea que se respetara a sí misma podría hacer mucho más
Hasta aquí, se expone unos esquemas de todo lo que se tendría que haber o deberíamos tener hecho. El 8 de mayo se conmemoró el 75º Aniversario de la guerra del 45, Alemania habia terminado derrotada. Robert Schuman Ministro Francés de Asuntos Exteriores pronunció el 9 de mayo de 1950 una declaración que dio origen a la creación de la actual Unión Europea.
La Unión Europea es un nuevo nivel de Gobierno cuyas competencias llegan a todos los órdenes de la vida política, económica y social de los españoles; pero está lejos de conformar una unidad política, democrática y a la vez lagítima
En 2011, en plena Gran Recesión, compareció ante la conferencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) el excanciller Helmut Schmidt, mente lúcida de la izquierda europea, murió hace dos años. La moneda del antiguo continente las pasaba moradas, contagiada por los embates que le habían llegado de Estados Unidos, epicentro de la crisis. Estaba preocupado Schmidt por el malestar y la antipatía que inspiraba Alemania a sus socios europeos –“todos nuestros superávit son déficit de otros países, nuestras exigencias a los demás son sus deudas” – dirigió un doble mensaje de enorme actualidad.
A sus conciudadanos les dijo que la reconstrucción que los alemanes habían llevado a cabo en las últimas seis décadas habia sido acompañada por el esfuerzo del resto de los europeos, por lo que “tenemos razones para estar agradecidos. Al mismo tiempo tenemos precisamente la obligación de honrar la solidaridad con nuestros vecinos Alemania se creó con la solidaridad europea y la condonación de la deudas pasadas.”
Alemania no solo se ha beneficiado del nuevo orden europeo sino que se ha convertido de hecho en un poder hegemónico, sin nadie que haga contrapeso y con una institucionalización débil que apenas equilibra ese poder. Es paradójico que Alemania se ha convertido en un poder hegemónico pero al mismo tiempo no ha querido ejercer el liderazgo europeo que le correspondería.
Quizás tendríamos que pensar de otra manera la relación entre solidaridad y responsabilidad. La solidaridad implica relaciones de reciprocidad y puede estar vinculada a ciertas condiciones. Pero también es cierto que la solidaridad incluye siempre un elemento de interés propio bien entendido.
Si los países deudores tienen que ser más responsables en su comportamiento económico, a Alemania le corresponde una mayor responsabilidad en la estabilización de la €urozona y sobre el conjunto de la Unión. Aquí es donde la diferencia entre hegemonía y liderazgo resulta fundamental. La función de liderazgo en Europa solo puede ejercerse si se está dispuesto a realizar una mayor transferencia de soberanía y a asumir una mayor responsabilidad respecto de la Comunidad Europea