El último Consejo Europeo celebrado el 18 y 19 de febrero en Bruselas, giró alrededor de la renegociación de la relación del Reino Unido con la Unión Europea (UE). El compromiso del primer Ministro británico Cameron de convocar un referéndum de permanencia en la UE el próximo día 23 de junio, es el último ejemplo de una política europea de Reino Unido, marcada por la duda persistente sobre si la construcción europea, es mejor controlarla desde dentro o quedarse observando desde fuera. El Premier David Cameron es un elitista convertido en populista con el fin de derrotar al populismo-euroescéptico (que él toleró, alimentó y cuidó) que le gana terreno dentro y fuera de su partido.
Cameron pretende conseguir la cuadratura del círculo, a pesar de la relación muy especial que el Reino Unido tiene con la UE con las cláusulas se exención, a saber: Carta de Derechos Fundamentales y los asuntos de Justicia e Interior. Reino Unido es la plaza financiera del €uro sin haber adoptado la moneda de la €urozona y sin haber puesto una sola libra en los programas de rescate que la han salvado del colapso. Se beneficia de los programas presupuestarios comunitario recibiendo un reembolso anual, el cheque británico, que nadie más recibe. No participa en Schengen, lo que significa que los ciudadanos británicos pueden circular libremente por la Unión sin enseñar el pasaporte, mientras que todos los demás ciudadanos tenemos que enseñar el nuestro al entrar en Reino Unido. Sr. Cameron esta es algo más que una relación especial. Es asimétrica y sin justificación.
Las cuatro principales demandas de Cameron a la UE están recogidas en la carta que remitió al Presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, el 10 de noviembre de 2015 en el orden en que el primer ministro los ha mencionado: a).- La puesta en marcha de mecanismos para asegurar la protección de los intereses de los países fuera del €uro, frente a los avances de la integración de la €urozona. b).- Que la competitividad “esté grabada en el ADN de la Unión Europea”, lo que implica “recortar las cargas impositivas a las empresas”. c).- “Eximir al Reino Unido del principio de una Unión más estrecha” y “reforzar los Parlamentos nacionales”, no solo con palabras cálidas, sino mediante “reformas legales irreversibles”. d).- “Afrontar los abusos del principio de libre circulación de personas” y permitir a Reino Unido controlar la migración procedente de la UE.
Hay antecedentes de “relación especial” que últimamente ha sido muy invocado, por razones obvias en Bruselas. Se trata del acuerdo firmado con Dinamarca en 1992, que procuró un encaje diferente en el proyecto comunitario. El referéndum rechazando por ajustada mayoría, 50,7% de daneses, los entonces 12 socios europeos, improvisaron una solución. Convocaron una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, acordando que Dinamarca tenía derecho a excluirse de las políticas de Justicia, Interior Y Defensa, así como mantenerse al margen de la moneda única. Dejando claro tambien que la ciudadanía europea, nunca tendría el rango de la danesa.
Parece que a Cameron ya no le basta una relación especial, como la que tiene con la UE, sino que quiere una UE acomodada a los euroescépticos y solo así se ve capaz de evitar la salida de su país, que es lo que significaría la derrota en el referéndum que se celebrará el 23 de junio. Cada uno de los socios europeos han incorporando su propio bagaje a la UE, pero nadie ha impuesto unilateralmente, hasta ahora, su idea de Europa al conjunto. Quiere que el €uro deje de ser la moneda europea, para convertirse en una moneda más, con lo que su adopción dejaría de ser el horizonte para todos los socios. Situación que deja desvirtuada a la Unión Económica y Monetaria. Insistiendo también en limitar la libre circulación de personas dentro de la UE, una de las cuatro libertades del Mercado Único, reducido en su concepto a una libre circulación de capitales, mercancías y servicios. Esto es: “La Europa de los mercaderes“.
Desde que el Reino Unido se incorporó en 1973 al entonces Mercado Común ha sido un socio receloso, refractario e incómodo; pero también estricto fiable y cumplidor de sus compromisos. Resaltando sus contribuciones al conjunto nada despreciables; convirtiéndose en la fuerza de la coacción de Cameron a la UE es proporcional a la aportación del Reino Unido: el tamaño de su economía, la segunda de Europa; su especial vínculo con los Estados Unidos; su vocación y capacidad militar; su asiento permanente en el Consejo de Seguridad, la City de Londres, capital financiera europea y global.
Más allá de los detalles, es evidente que ni Londres le puede dictar a Bruselas las condiciones en que debe construir Europa, ni la UE puede imponer al Reino Unido un proyecto que se caracteriza por el consenso y el acuerdo alrededor de un futuro común. Una cosa es la actitud de acogida desplegada por los 28 miembros del Consejo Europeo en la Cumbre de 18 y 19 de febrero y otra muy distinta el precio alto e injustificado por la permanencia de un socio. Precio excesivo porque no solo consta de excepciones otorgadas a un país, sino que son eventualmente extensibles a otros, poniendo en riesgo la cohesión del Grupo. Precio injustificado porque retuerce las normas jurídicas fundamentales de la UE – los Tratados – por la puerta falsa de una interpretación confusa y oportunista.
Ojalá y salga adelante su referéndum Sr. Cameron, será entonces el tiempo del Parlamento Europeo y del Tribunal de Justicia, los que recompongan los excesos de los gobernantes y recuperen los valores que nunca debieron subastar. Pero Vd. también puede perder su referéndum: sería su muerte política, la ruptura de su partido y quizás de su país, piense en el europeismo de Escocia. Pero aunque gane, Reino Unido no será por ello más relevante: con egoísmo y reservas no se construye nada grande ni atractivo.