Una de las ventajas de cumplir años es que te haces más desvergonzado, es decir, tienes menos vergüenza para expresar una opinión y meterte en ciertos jardines. En este caso espero ser un jardinero fiel, fiel a escribir el artículo que me pide que lo escriba, como los vecinos quieren que sea el alcalde el que elija a los vecinos. Pues eso, soy un mandao.
El artículo nació hace años, cuando me interesé por los neurotransmisores; biomoléculas o sustancias químicas creadas por el cuerpo, que son los que transmiten los impulsos nerviosos entre neuronas, células musculares o glándulas. Son los mensajeros químicos. Dada la naturaleza electroquímica de los procesos mentales; pensar, recordar, sentir y adoptar una decisión por excitaciones exteriores, al aparecer ciertas moléculas que las células nerviosas elaboran en función de esa excitación exterior. Esas moléculas llegaron incluso a pesarse por el neurobiólogo sueco Hyden, pues son proteínas y hace que disminuyan su contenido en las células satélites. Esta es la base científica de la expresión “piensas con los aquellos” o “se te ha ido la sangre a los aquellos”, cierto, pues alrededor se produce casi el vacío, y lo peor es que estamos hablando que micro-microgamos obligan a tomar decisiones a un cuerpo de 50-80 kg., aproximadamente
Hay un neurotransmisor, la serotonina, la hormona de la felicidad, que actúa como hormona o como neurotransmisor; la mayoría está en el tracto gastrointestinal y que, además, regula los estados de ánimo y el sueño. Curiosamente cuando la serotonina está baja, provoca estreñimiento y pide encuentros sexuales. Por tanto, si se produce una infidelidad, siempre se puede defender el supuesto infiel, que tenía que curar el estreñimiento. Pero cuidado, un nivel alto, produce diarrea.
Esas moléculas, por tanto, son la traducción química de los procesos. Teniendo en cuanta que tenemos diez mil millones de neuronas, no solo en la cabeza, sino en el sistema digestivo y cada una, millones de células, fijaros la cantidad de combinaciones posible de transformaciones. Somos lo que pensamos, nuestra mente elabora, como operaciones de la razón y crea emociones o a tener sentimientos, si son más duraderos, que nos protegen o nos lleva a tener estrés. Tengo que reflejar una importante cita: “somos sentimientos y tenemos seres humanos”, sin la cual mi reflexión quedaría coja. Pensamientos positivos favorecen la buena salud y al revés. Leí mucho y tengo mis muchos apuntes que jamás, por pudor y vergüenza torera, saldrán de mi Word, salvo lo ya escrito como prólogo, porque viene a cuento como argumento y base científica, palabrita que sí.
Pero renació el artículo cuando leí el chascarrillo que se le atribuye al Presidente de EEUU, Calvin Coolidge. Cuentan que, junto con su esposa, visitó una granja de huevos de gallina. Primero a su esposa le enseñaron un apartado en el que comprobó la mucha actividad “sexuá” de un macho, un gallo, que tenía docenas de encuentros sexuales en el gallinero, en un día. La Sra., picantosa, dijo: “Háganselo saber al Presidente”. Cuando pasó el Sr. Coolidge, vio lo mismo, pero preguntó si esos encuentros del gallo, eran con la misma gallina. Le dijeron que, por supuesto, cambiaba cada vez de gallina. El Sr. Presidente les dijo: “Díganselo a la Sra. Coolidge”.
A propósito de esta anécdota o ilustrada por ella, hubo un experimento con ratas en celo. Sus conclusiones se las llamó Efecto Coolidge. Encerraban a un macho con varias hembras receptivas, en celo, que le demandaban su atención. El macho ahí que iba. Como buen mamífero, su dopamina, un neurotransmisor (que puede ser adictivo, también por el juego, el estatus social o la comida basura; también importante en la memoria y el aprendizaje), se venía arriba, como respuesta motora a los estímulos emocionales que le provocaba la excitación de sus parejas y su aumento proporcionaba una sensación de placer y le animaba a tener muchas relaciones. Hasta que el pobre entraba en fase de refracción, que llamamos los neurofisiólogos; le subía la prolactina y no podía tener más encuentros, a pesar de ser demandado por las hembras celosas. Pero, idea perversa, los compañeros científicos, metían en el recinto experimental, a otra hembra diferente, también en celo y el macho, abandonaba el periodo refractario, pues se le cambiaba la prolactina por la dopamina y a cumplir, pues así se lo pedía su sistema límbico que gestiona las respuestas emocionales.
El experimento también se hizo cambiando hembras por machos, pero el resultado no fue significativo; las hembras no respondían profusamente a la demanda de los machos.
Existen muchos más neurotransmisores; destaco las endorfinas, liberadas por nuestro cuerpo al correr y que produce bienestar; la oxitocina al ser abrazado; la adrenalina, asociada a la supervivencia, etc.
Las conclusiones que las saque el lector, que se preguntará, como yo hago, por qué hay personas que, sin conocerlas, a priori nos caen bien o mal; dónde está el amor en las relaciones interpersonales, incluso con las deidades; qué transformaciones se producen en la mística o adoración a unos dioses; en la pareja o qué es el amor; por qué unas personas hacen que generemos más neurotransmisores que otras (o les hagamos generar, aunque no haya correspondencia afectiva), a pesar de ser menos favorecidas físicamente; dónde queda la libertad de elección; dónde la fidelidad. Si el hombre, el macho, más que la hembra por naturaleza, es polígamo per se y el orden social lo lleva a la monogamia…