En este mundo tenemos de todo, como en botica. Para mucha gente, los años bisiestos como 2016, es sinónimo de desastres haciendo caso a sus genes supersticiosos, desechando cualquier tipo de positivismo, que es en definitiva el que debe guiarnos a lo largo del año que acaba de ver la luz,y de todos los venideros, bisiestos o no.
Como complemento, me van a permitir que recurra al trabajo del Catedrático y Maestro Mayor Belenista, Juan Giner Pastor, que en diario EL MUNDO, analizaba qué es y significa un año bisiesto, partiendo de la base lo que dejaron tras de sí “diversos episodios con mal recuerdo el 29 de febrero, que cubren mal agüero de ese día”. En su análisis recuerda las coincidencias de catástrofes y desgracias ocurridas un año bisiesto. Entre otros, dice Giner, “el hundimiento del Titanic en 1912, el estallido de la Guerra Civil española en 1936”, las cuatro huelgas generales más grandes de España en los años 1916, 1936, 1976 y 1988, etc”. Además, añade, los conflictos armados de Irán e Irak o las muertes violentas de Gandhi, Robert Kénnedy, Luther King, Lennon o Indira Gandhi. De todos modos, Giner Pastor también puntualiza “que no existe ningún tipo de prueba que indique que todos éstos hechos sean atribuibles al año bisiesto y tantos sucesos negativos”.
Las referencias históricas las hago por simple curiosidad para los amantes a las estadísticas. Nunca con intención malsana, mucho menos para provocar el morbo derrotista de nadie, que no está el horno para bollos. Cada uno es muy libre de imaginar lo que quiera y de “disfrutar” haciendo cábalas para éste 2016, una vez pasadas las fiestas.
Siendo realistas y puñeteros, sin creer en la demagogia del refrán popular “Año bisiesto, año siniestro”, sí que es verdad que en nuestro interior nos queda un cierto resquemor por todo lo que tenemos por delante hasta el 3l de diciembre, en volvamos a tomarnos las uvas para recibir al 2017. Mientras ese tiempo pasa, que sospecho será más lento de lo que nos gustaría, en el mundo en general y en España en particular, tenemos a la vista un panorama, cuando menos sospechosamente preocupante, políticamente hablando.
Las elecciones del pasado 20 de diciembre, nos han dejado nubarrones y clarososcuros, alguna posible borrasca con fuerte viento soplando en todas direcciones, sin que, de momento, podamos distinguir un anticiclón, que nos avise de un tiempo más despejado, sino lleno de dudas y de riesgo de tormentas cargadas de fuerte aparato eléctrico.
No se si los Reyes Magos, con su bondad, serán capaces de suavizar las tensiones que se avecinan. Tensiones, que deberían ser más de lógica y sentido común, que de disparate caprichoso.
Lo de Cataluña, la Cup, lo de Arturo Más i Gabarró y otros elementos discrepantes, es algo que ha rebasado con creces la realidad de la ficción. Simplemente hay que mirar sin disimulo qué cosas están ocurriendo. Un señor que quiere ser Presidente a toda costa. No creo que sea sólo por ambición personal, sino para salvar el trasero de presunta contaminación pujolista ¡Vaya espectáculo! Ridículo. Sin sentido. Vergonzoso. Y si se sale con la suya, no habrá adjetivos para calificarlo.
No menos enrevesado es el asunto de la composición del nuevo gobierno. Tal y como han quedado las cosas en las urnas, PP, PSOE y C’S sería el mal menor en un gobierno de coalición, si como se supone, a los tres les preocupa, entre otras cosas, la unidad de España. No bastaría con ello, ni con llegar acuerdos mínimos y recurrentes para presidir el Congreso de los Diputados y Senado, sino para que hubiera una gobernabilidad estable, aún con sus diferencias y matices.
Pero, no es oro todo lo que reluce. Y si no, pregunten a los grandes partidos. Incluso a los llamados emergentes. Ni año bisiesto capaz de influir tanto en decisiones transcendentales para nuestra nación. Ya nos merecemos estabilidad. Como al principio de la Transición, con sus buenos resultados, hay que dejar de pensar que el pescado está todo vendido. Al contrario, ahora es cuando hay que poner toda la carne en el asador. Olvidarse de supercherías y demagogias inútiles que sólo están contribuyendo a dividir a los españoles y a restarnos credibilidad fuera de España.
Más de uno intentará echar mano a las estadísticas de lo sucedido a lo largo de la historia durante un año bisiesto. Vamos a tocar madera. A ser coherentes. A mirar el futuro con perspectiva. Sin complejos. No permitiendo que nadie ponga más obstáculos en la carrera del desarrollo económico y social, sólo porque algún gen ya caduco intente despertar y seducir sobre todo a ese personal que va y viene y nunca se sabe dónde pondrá el nido.
¿Año bisiesto? Pues muy bien. No permitamos que éste 2016, recién estrenado, sirva dentro de unos años como efemérides especial, por hechos que en el fondo nadie quiere que se produzcan. Ni para amargarnos la existencia. Como mal menor se dan por hecho nuevas elecciones generales para el mes de Marzo. Si son para el bien de España y de los españoles todos, bienvenidas sean. Tenemos tiempo de meditar mejor las cosas.

Ojo al año bisiesto

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