Los seguidores de este blog, de mis columnas me piden que cuente mi parecer sobre las titulitis y otras dolencias, teniendo que llamar al sarcasmo para evitar el profundo enfado que siento como amante de la universidad, y aún más de la educación pública.
Entre nosotros, los que conocemos la universidad porque trabajamos en ella, sabemos de su funcionamiento y de lo inverosímiles de ciertas declaraciones por ser como digo ciertamente increíbles. El trabajo de desarrollo de un posgrado y de un grado es exigente en la medida que se generan capacidades y conocimientos para un alumno, quizá lo menos preocupante para un docente es el título final, sin embargo, no es el caso para el alumno según se acerca a conseguirlo. Tristemente para algunos, somos, de esta manera, una productora de Títulos y otros ‘egos’.
Pues bien, un Máster se configura como una enseñanza de nivel posgrado programada en un año académico, usualmente en nuestro país. Por ello, para capacitar a un alumno específicamente en una materia se otorgan herramientas que lo hagan posible, repartidas en materias, y se exige una gran dedicación del alumno, que obviamente en muchos casos además trabaja, pero como profesor, aún facilitando el aprendizaje, puedo asegurar que no es ‘común’ que se haga un traje a medida para cursarlo, tampoco que se sustituya dicho aprendizaje por unos ‘trabajillos’. Por cierto, todos recordamos a nuestro rey cursando en el aula su Licenciatura. En reuniones con la dirección, que todo esto se plantee por un estudiante para tratar de no aparecer por el aula y tener un título, no es de recibo, por cierto, son factibles los posgrados no presenciales, que podrían ser opción, y evitan un trato de favor inconcebible por norma.
En esta tesitura, para qué precisa alguien un Máster en derecho autonómico, quizá para usar como carta de presentación en su presumible ascenso en la carrera política. Bien, es lícito, pero resulta sonrojante descubrir que al final del mismo cuando se debe postular las capacidades ante un tribunal, que por cierto no parece sujetarse en su composición a la norma, ni la dirección del título, ni el departamento al que se adscribe, ni los componentes de dicho tribunal, ni los directores del mismo, ni el alumno, sean capaces de, sólo cinco cursos académicos después, poder mostrar un ejemplar, que debió recibirse antes de su evaluación en múltiples copias escritas y presumo, como es habitual al menos por una década, en formato digital.
Por último, quizá por aquello de Master-Chef, he escuchado declaraciones sobre la deconstrucción y reconstrucción de un acta o documento público de evaluación, e incluso la justificación de que un No Presentado y un Notable son similares. Es sencillamente ridículo y perverso vaciar culpas en la burocracia, en cualquier caso, un error de este tipo genera la información suficiente para que nada de lo anterior tenga consistencia.
Ciertos roedores giran en su rueda para lograr sus metas, aún sabiendo que lo común es correr para conseguirlas con el esfuerzo. El poder y el dinero no pueden asociarse a la capacidad con el único fin de sustituirla.
Acabo ya, ahora con los maestros y sus discípulos o siervos que parecen dotar cierto rancio poder en las aulas y del que creía haber olvidado su existencia, nuestro sistema universitario autónomo dejó bien atrás el servilismo que puede deducirse de algunas declaraciones. Los «Máster del Universo» deben mostrar su capacidad y ejercerla como autoridad académica o investigadora, pero nunca de otra forma.
Me invaden muchas dudas para con algunas de las acciones de las señaladas estos días sobre la universidad, pero ninguna en dejar claro que es una excepcionalidad a la que asistimos y que mis alumnos trabajan duro para capacitarse y mi capacidad para evaluar o juzgar su trabajo requiere de mí una prioridad y exigencia por la que seré posteriormente reconocido y que así es para la mayoría, con una probabilidad superior al 95%, que es lo usual en Econometría, siguiendo una distribución normal. Espero que se depuren todas las responsabilidades e investiguen todas las aberraciones escuchadas en estos días, por el bien y prestigio de nuestras instituciones universitarias.
Mis recomendaciones partiendo de que me gustaría pensar que se erradicará la enfermedad, como doctor que soy para tales dolencias son que si son notorias y visibles recetaré algo de humildad, mucho de autoevaluación y unas gotas de pudor, evitando pensar que un currículum capacita para la autoridad.
Mi frase favorita de cierto sabio siempre fue aquella de: «Solo sé que no sé nada».
Acompaño mi proyecto de tesina, posgrado, y autorización de defensa ante tribunal por mi director, de hace casi 22 años, me ha costado cinco minutos encontrarlo.
Blog: El Secreto del Hormiguero