Los cuatro elementos
Una supuesta princesa, presunta puta de lujo. Un comisario entre rejas que respira corrupción por todos los poros de su cuerpo. Una extrema izquierda, pura basura solo reciclable para sembrar cizaña y un mundo mediático apesebrado donde muchos de sus componentes serían pura chatarra periodística si no fuera por el dinero de las narco repúblicas bananeras que la anti España bolchevique de coleta o moño les facilita o les proporciona.
Cuatro elementos que en una “pajiniana conjunción astral” se han dado cita para dar el primer paso serio en pro de la desestabilización de España y la demolición del Estado surgido en 1978, eso sí con la aquiescencia mal disimulada del trilero que nos gobierna y la presión del Vicepresidente Iglesias y la Vicepresidenta Calvo. La presunta puta de lujo, despechada y ya en declive físico, que ha encontrado la forma de vengarse de su propio deterioro contando no sé qué milongas a un corrupto comisario encarcelado por mil tropelías y cuya palabra en la trena tiene el mismo valor que la de Sánchez en Moncloa, pero de la que espera obtener un sustancioso montante de millones a no ser que el juez de Suiza que la investiga consiga lo contrario. La izquierda podemita y sus socios de “izquierda hundida”, que han encontrado el momento de dinamitar el Estado desde dentro, lo que jamás hubieras soñado. Por último algunos (muchos) medios de comunicación, dedicados más al cotilleo que a la información responsable y seria, que se han hecho eco y dado preferencia a unas confesiones de una persona de honorabilidad cuando menos dudosa y a un maestro del espionaje y la conjura, que presume de lo que Rubalcaba solía decir. “Lo sé todo de todos”.
La coalición de un PSOE desnortado y aborregado con la extrema y cada vez más individualista izquierda podemita, apoyo incluido de etarras no arrepentidos que aún conservan sus armas en los zulos y del independentismo potenciado por el desahuciado Artur Mas que fue a por lana y salió trasquilado pero dio pie a lo que ahora está pasando, es el caldo de cultivo de un movimiento cuya finalidad es acabar con el Estado surgido en 1978 y convertirlo en un multiestado bananero, terreno abonado para que los bolivarianos podemitas puedan sembrar y recoger.
¿Por dónde comenzar?, muy fácil, atacando a la parte más sensible del Estado, la Monarquía y dentro de ella la pieza más fácil a cobrar por muchas razones, el Rey Juan Carlos. Alumbrados por una serie de bulos de conocida procedencia, que todavía ni siquiera han sido tenidos en cuenta por la fiscalía española, la izquierda y sus medios paniaguados ya han emitido su veredicto condenando al Rey Emérito a pena de muerte y otras mayores. Con su salida de España han conseguido su primer triunfo, forzando al Rey Felipe a aceptar la salida de su padre, propiciando un discurso tan falso como la defensa del sistema por el trilero Sánchez y dando alas a la chusma podemita e independentista para remover otra vez los derrotados y caducos argumentos republicanos.
El Rey se ha quedado solo y carece de un Presidente de Gobierno con agallas como tuvo su padre en el Presidente Suarez. El de ahora es de los que ponen una vela a Dios y otra al diablo y hará todo lo posible por seguir en Moncloa caiga quién caiga Régimen, Monarquía, lo que sea, siempre amparado en su planteamiento de Estado Federal que encuentra mucha prédica entre sus bases y mucha más en el separatismo.
¿Qué puede hacerse? Dos cosas serían posibles. Primero, que la derecha se una en defensa no del Rey (podría incitar a una nueva confrontación monárquicos-antimonárquicos) sino de la Constitución y del Estado surgido en 1978. Segundo, que las fuerzas constitucionalistas se pongan de acuerdo para reformar la Constitución en lo que sea necesario así como la Ley electoral (fuente de la ingobernabilidad de España). Tercero, que las Fuerzas Armadas manifiesten pública y enérgicamente en el día de la Pascua Militar su compromiso recogido en la Constitución, que en parte es la defensa de la misma y de la unidad de España.
¿Qué no es posible que se haga? Juan Manuel de Prada escribe hoy en ABC: “Para cambiar esa forma política solo existen dos métodos, la reforma constituyente y el golpe de estado. Para ejecutar la primera son necesarias mayorías inalcanzables y para ejecutar el segundo hacen falta unos huevos que los podemitas no tienen, porque son unos revolucionarios de spa y jacuzzi …” Tampoco hoy sería posible una maniobra como la consentida por el Rey Alfonso XIII con Primo de Rivera y Berenguer, un golpe de estado militar (hoy el ejército es una ONG). Ni siquiera un golpe patrocinado por el Rey (en su soledad) con la formación de un Gobierno de unidad nacional, de izquierda y derecha y con un Presidente independiente, que se encargasen de la reforma constitucional y la reforma electoral. Sobre todo de la reforma electoral, que ponga a cada uno en su sitio y haga de España una Nación gobernable, lejos del continuo chantaje a que está sometida por vascos y catalanes.
La “conjunción astral pajiniana” ha puesto a España en apuros, pero más por disimular los propios defectos en la gestión, pasada, presente y futura del Gobierno, cuyo Presidente pasará a la historia como el de los cuarenta mil muertos (por ahora) y su socio podemita por tapar unos cuántos escándalos y delitos por los se le está investigando. El asunto del Rey Emérito les ha venido como agua de mayo y lo triste del caso es que muchos de los que vivimos la transición y los que obtuvieron importantes contratos y pingües beneficios fuera de España gracias a la intervención real, permanecen callados dando con ello la razón a los que tienen por costumbre hacer verdad de la repetición de la mentira.
La crisis que ya está, el rescate real pero negado por el Gobierno, la nueva amenaza incontrolada de la pandemia y el caos interno de un Gobierno en el que van dos por tres calles, nos lleva a pensar que si no hay pronto elecciones donde la derecha se una y Podemos pase a ser un recuerdo, esto pinta muy mal, pero que muy mal. Da la sensación de haber retrocedido cien años y correr el riesgo de volver a repetir la historia llenando de nuevo las cunetas.
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