Aunque parezca que van de la mano, nada tienen que ver la una con la otra, excepto que se alíen para conseguir propósitos. Lo normal es que palabra y obra fueran de la mano. De cualquier manera siempre se marcará una diferencia notable entre ambas, porque cada vez menos, la palabra se cumple y se transforma en la obra prometida.
No es ninguna locura la frase quijotesca de “dad crédito a las obras y no a las palabras”. Así es, porque el fin último de una palabra es cumplir lo dicho. Necesitaríamos mucho espacio y demasiadas horas para señalar ejemplos evidentes de sonados incumplimientos. Lo estamos comprobando día a día, viendo lo que sucede con tantas movidas y actitudes extrañas, en estos tiempos convulsos y raretes donde, por ejemplo, la política se deja llevar fácilmente por prometer y prometer, sin nada sólido en qué sustentar esa “obligación”. Lo peor es que se transforma en moda, y algunos lo consideran como una “mentirijilla piadosa”.
Siempre solemos decir que lo pasado, pasado está. Me refiero a todo éste intríngulis en el que en aras de no sé qué cosas, entran y salen del escenario personajes insolventes, políticamente hablando, pero que se cuelan en escena, con guiones copiados de autores fracasados, sin tener en cuenta aquél sabio proverbio árabe “El hombre no puede saltar fuera de su sombra”. Hay atrevidos que lo intentan.
Estamos metidos de lleno en una nueva campaña electoral, segunda vuelta de la reciente y fracasada, y ya han empezando a invadirnos las mesas para recogida de firmas en contra o a favor de lo que sea. Mientras tanto, se estudia ahorrarnos dinero, evitando la inutilidad de la cartelería y pintadas por todas partes que ensucian pueblos y ciudades. Eso está bien, si la propuesta es real y se cumple. Si son incapaces de ponerse de acuerdo en cosas fundamentales, dudo de que lo hagan en éste asunto. Ahí tenemos el ejemplo de Podemos que inicialmente había propuesto gastar más en su campaña y que el resto reduzca hasta un 75%.
Lo que la mayoría no está por la labor (sería bueno que recapacitasen) es evitar que nuestros buzones se “atraganten” de sobres con candidaturas que casi siempre van directamente al contenedor del papel, teniendo en cuenta que en los colegios electorales las tenemos obligatoriamente. Eso también significa ahorro. Incluidos los mítines multitudinarios. La ideología es muy libre.
Los partidos políticos tienen debates internos, algunos bastante movidos, en busca de alianzas con las que amarrar puestos en el Congreso o Senado. Estira y afloja que nunca terminan de convencer a nadie, y que en ciertos grupos, lo que está provocando es más división que otra cosa, como es el caso de Podemos, con su posible alianza con Bildu, o IU con su acercamiento a Iglesias, por el riesgo cierto de desaparición de las siglas del partido fundado en 1986 por Gerardo Iglesias. También los dos grandes, socialistas y populares, tienen fuertes desencuentros internos, unos más visibles y públicos que otros.
En la mayoría de los casos, se pretende que los candidatos vuelvan a ser los mismos (o casi), que han vivido una legislatura tan breve que si no repiten, pocas batallas tendrán para contar a sus nietos. Y por otro lado, están aquéllos otros, que consideran que esos compañeros son unos fracasados y no deberían volver a probar fortuna.
Hay partidos, incluidos los dos grandes, que han recibido el correspondiente castigo electoral, en beneficio de los ahora llamados emergentes, tan crecidos que han querido volar alto demasiado deprisa, y a los que, por cierto, algunas encuestas ya le bajan los humos. Las mismas fuentes demoscópicas que les encumbraron con tanta facilidad. Lo cierto es que, de una u otra manera, todos o casi todos, tendrían que haber aprendido la lección.
Hasta el 26J, vamos a tener encuestas para aburrir. Personalmente soy muy descreído con este asunto. Hay líderes políticos bastante cuestionados en sus casas, que no dejan de consultar a las bases, aunque luego salga el sol por donde salga. Así los “jefes” se quitan el mochuelo de encima si algo sale torcido.
Eso de las “líneas rojas”, de “hacerse a un lado”, se está diciendo éstos meses, hasta el agobio, y sin embargo, los líderes a los que iban dirigidos esos mensajes sibilinos o descarados en algunos casos, de los propios, han pasado olímpicamente de ellos. Es gracioso aquello de “quítate tu que me ponga yo” y diez minutos después “ahí tienes mi apoyo. Luego nos vemos”. En el fondo, casi todos quieren palabras, gestos y posturno mediático. Los hechos razonables ya vendrán, si se sabe o se puede. Se diga lo que se diga, no todo el pescado está vendido.