Sin duda no es fácil la formación de Gobierno después de unas elecciones generales que dejan a la principal minoría a 53 escaños de la mayoría absoluta. La dificultad no está solo en la aritmética o en la política, que también, sino en el método de trabajo. En la pasada legislatura, el PP se había habituado a tratar al Congreso como una extensión del Gobierno, protegido por sus 186 diputados. Ahora la situación ha cambiado y le resulta imperioso adaptarse a una situación en que el Gobierno dependerá de una pluralidad de operadores, desde la investidura del presidente, hasta cualquier propuesta de resolución.
El presidente en funciones Sr. Rajoy, desde la noche electoral anunció que iba a intentar formar Gobierno. Posteriormente se ha sabido que planea una oferta dirigida al PSOE en donde se plantea la constitución de una ponencia en el Congreso para estudiar la reforma constitucional; la reforma del Art 135 de la Constitución, de forma que el gasto social no esté tan condicionado al equilibrio presupuestario, junto a posibles subidas de impuestos para las clases más acomodadas.
Estas ideas están lejos de constituir un proyecto político. No se puede abordar la nueva legislatura sin que el nuevo Gobierno tenga claro lo que va a plantear en relación con el conflicto del independentismo catalán. Tampoco sin definir las líneas de la reforma constitucional. Un proyecto político es bastante más que unas cuantas ideas de posibles medidas. Es demasiado fácil plantear algo que parece una oferta al PSOE y, en caso de oferta negativa echarle la culpa de no colaborar en la tarea de sacar a España adelante El presidente en funciones tiene que decir cómo y con quién quiere gobernar. Para superar los riesgos de inestabilidad e ingobernabilidad, no hay que esperar a que otros nos saquen las castañas del fuego
El PP, que fue el partido más votado, es al que corresponde primero intentar la formación de Gobierno y cualquier otra iniciativa debe esperar a que el presidente en funciones, Sr. Rajoy constate que no es capaz de encontrar una mayoría que le permita seguir en el poder. Es importante que se vayan cumpliendo las etapas previstas en nuestra democracia. Que se avance paso a paso supone dar mayor legitimidad a cualquier solución que finalmente se alcance.
Pese a que el resultado de las elecciones el 20-D fueron malos para el PSOE, le han convertido en el árbitro de la situación política, es la pieza capital. Dada su posición central, es el único partido que tiene cuatro opciones a elegir: desde encabezar una alianza de izquierdas con la participación o abstención de algunos nacionalistas, hasta, con su bloqueo de investidura, provocar unas elecciones anticipadas. También puede gobernar con el PP, o facilitarle el gobierno a cambio de condiciones específicas muy concretas.
Soy militante del PSOE hace casi cuarenta años y nunca he visto, dentro del partido, un enfrentamiento tan virulento, desagradable y suicida como el actual. Tiene toda la razón el compañero Patxi López cuando dice, y se queda corto: “El espectáculo que estamos dando en el PSOE es lamentable”. A mis queridos compañeras: presidenta de Andalucía, presidente de Castilla La-Mancha, de Asturias, de la Comunidad Valenciana, etc. Les diría que conforme aumentan las responsabilidades desde los cargos que se ostenta, las respuestas a situaciones de dificultad y no deseadas tienen que ser muy medidas y ejemplo de discreción, lealtad e inteligencia. Los dirigentes socialistas no deberían propiciar, NUNCA, una ruptura interna, ni anticipar en exceso los pasos que deben recorrerse hasta las votaciones de investidura..
A los ciudadanos, a quien nos debemos, les importa más bien poco las luchas por el poder interno. Pero si quieren aclarar si el PSOE continúa comprometido para seguir siendo un partido esencial de Gobierno. En el año 96 perdimos la hegemonía ideológica y no hemos hecho nada por recuperarla. Debemos tener muy en cuenta que el escenario del bipartidismo se ha roto como consecuencia de las profundas modificaciones que la crisis y las políticas de austeridad han provocado en los estratos sociales: la brecha de la desigualdad, la explosión de las clases medias, la marginación y la ruptura generacional. Las clases medias ya no son lo que eran, hoy presenta el penoso record de ser la más desigual de Europa, cuando no hace tanto, en la época de Felipe González era la más igualitaria.
Hace un mes celebrábamos el día de la Constitución. Ese día el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, escribió: “Debemos renovar el pacto de convivencia de 1978 reconociendo nuevos derechos y libertades, mejorando la eficacia de las instituciones y la calidad de nuestra democracia, blindando el Estado social y, caminando hacia la España federal en una Europa federal”. Este es nuestro reto.