Nadie dijo que sería sencillo conseguir el éxito. La vida está llena de éxitos y fracasos que nos inundan, detrás de los cuales hay horas de sacrificio, de estudio, de reclusión y de renuncia a otras cuestiones que nos dan satisfacción inmediata. Es el coste de oportunidad que la vida misma lleva incorporada en cualquiera de las facetas en las que intervenimos. Renunciar a algo, puede suponer la posibilidad de encontrar algo mejor.
A mis alumnos les recuerdo a menudo en mis clases de Economía, que el coste de oportunidad (aquello a lo que renuncian) de la plaza que ocupan en clase, en mi centro educativo, y no dedicarse a otros asuntos, se puede cuantificar monetariamente. Sólo hay que pensar en la posibilidad de que, con la edad laboral que muchos de ellos ya tienen, puedan realizar trabajos en el campo, en la construcción o en las obras públicas. La opción es clara, estudiar o trabajar por el equivalente al salario mínimo interprofesional. ¡Uy! una cantidad anual interesante sobre el que yo creo que mis alumnos y alumnas reflexionan y valoran, en su mayoría, y que les decanta por seguir formándose por un futuro mejor. Oportunidad que aprovechar y opción inteligente, accesible en el modelo de educación pública que tenemos.
Veámoslo ahora desde la óptica de la función docente. Este sábado miles de opositores, candidatos a ocupar una plaza como profesores y profesoras de secundaria, compiten para formar parte de la plantilla de docentes de la Educación pública de este país. Siguiendo con el discurso del coste de oportunidad, merece la pena ese sacrificio en tiempo y formación para poder trabajar en una de las profesiones más gratificantes que existen: enseñar. Se trata de renunciar a determinadas cosas de la vida para seguir invirtiendo tiempo, para estar entre los elegidos en estas oposiciones de enseñanzas medias. Yo soy un privilegiado por ello, por enseñar a que mis alumnos y alumnas se hagan buenos ciudadanos, formados en el pensamiento libre y aprendan todo lo necesario para poder mejorar en su conocimiento, en su vida, en sus trabajos, y como personas. No tengo claro que sea la profesión docente una de las más valoradas por la sociedad, sobre todo debido a manifestaciones o actuaciones de quienes nos gobiernan, que ponen etiquetas fáciles de aplicarnos y difíciles de quitarnos, pero estoy seguro de que el valor que el profesorado damos a lo que conseguimos de nuestro alumnado para la sociedad no tiene precio.
La función docente debe ser más valorada por la ciudadanía y por las propias instituciones. El profesorado defendemos el valor de la Educación a capa y espada, con o sin pandemia, desde el primer hasta el último minuto en el que toca el timbre de final de clase. Es la inversión de valor futuro más alto que puede hacer un país, inversión que debe mantenerse y mejorar, para no deshacer lo que se ha hecho en este último año tan complicado, con mayor número de profesores y una mejora de las ratios que ha posibilitado una educación de calidad para todos.
Por formar parte de ese valor que aporta la función docente, merece la pena renunciar a muchas cosas, por conseguir esa plaza tan codiciada que cuesta años de trabajo, de estudio, de esfuerzo para formar parte de esta plantilla de excelentes profesionales que tiene nuestra Educación Pública. Merece la pena seguir luchando por ello. Por ello, ánimo y mucha suerte a todos y todas los que os examináis en estas oposiciones de enseñanzas medias.