El populismo lleva a Toro Sentado al Capitolio
Un día de Reyes que no olvidaremos en plena pandemia, Trump lo ha vuelto a hacer. Arengando a sus tribus extremistas desde hace unas semanas, ahora era el turno de evitar la votación del legislativo por su oponente, vencedor en las pasadas elecciones, aún tras más de dos meses en los tribunales que no le han dado ningún resultado a favor al presidente saliente.
Pero Trump consiguió lo insólito, un mero trámite protocolario durante siglos para certificar los resultados electorales y preparar el nombramiento a dos semanas vista del nuevo Presidente Biden, quería convertirlo en una reversión del proceso, evitando su salida, aún sin ningún resultado a favor de los tribunales ni de recuentos de votos. Pero si contaba con su populismo arengando a grupos de extrema derecha para lograr «algo histórico», así lo pedía en su discurso de mediodía, y así fue. El asalto violento al Capitolio, y a la Cámara de Representantes, sede de las cámaras del legislativo, por una turba de enojados, la mayoría sin mascarilla, convertían al país adalid de la democracia, en una república bananera más, dejando a su paso cuatro muertos, ventanas rotas, disparos y al mismo «Toro Sentado» en la silla presidencial del Capitolio.
En mi retina al ver la «nueva historia americana» la comparación con nuestra noche de transistores en febrero del 81, aquí fueron militares, pero allá también portaban armas y dejaron incluso muertos, el objetivo político similar, imponer un presidente a un sistema democrático. La gravedad de los hechos es mucha, pues el mismo que los animó, que ha sido vetado ante su reiterado discurso en las redes sociales mientras su turba se mofaba en los despachos de sus Representantes y se hacían «selfies» con su historia política, es el que debe hacer el traspaso de poder en dos semanas, en ese mismo escenario. De ahí que muchos planteen la posibilidad de destituirle antes. A estas alturas lo que tengo claro es que, a pesar de salvar este último escollo hoy en las votaciones, Trump no ha dicho ni hecho su última jugada, aunque fuese pasando por encima de su propio partido republicano, al que está dilapidando como estructura política.
Dicen que todo ha terminado, pero nos esperan dos semanas complejas en las que USA se juega incluso su integridad, pues el conflicto y crispación civil ha encontrado lugar en una sociedad polarizada por la tradición de raza blanca conservadora, que no los republicanos al completo, y el progresismo multiétnico de los demócratas. Wall Street parece que está al margen por el momento, veremos su evolución en las próximas horas ante la última pataleta de un Trump que será desahuciado de la Casa Blanca en horas o a lo máximo en unos días.
La exposición de la política ante los medios endiosando a sus dirigentes, ofrece unas posibilidades al populismo que la democracia a duras penas puede frenar, a izquierda y a derecha, conduce a la polarización social, al odio y de nuevo a la lucha entre iguales, es cuestión de tiempo que esta nueva sociedad nos lleve a ello en alguno de los sagrados países democráticos, el último ejemplo lo tuvimos ayer en el mismo Capitolio.