A resultas de lo que el lunes le dijo el sectario Presidente del Congreso –vaya decepción Patxi López, quién lo diría- al Rey Felipe VI y de lo que éste le contestó, seguiremos algunos días más contemplando el vergonzoso espectáculo  que la clase política tiene a bien ofrecernos para distracción del pueblo, deleite de periodistas, “agosto” de tertulianos y  plataforma para desestabilizadores  y conspiradores de la más rancia izquierda.

 

A Pedro I el Guapo lo traicionó el espejo. “Tantas veces fue el cántaro a la fuente…”. Tantas veces preguntando  ¿Espejito, espejito, quién es el más guapo  para reflejar su imagen  en los espejos de Moncloa?. Los espejos de Ferraz se le volvían espejos de feria. Unas veces salía flaco, otras obeso, otras deformado, en alguna ocasión tal cual; en fin que dudando de su fidelidad se fue a mirarse en los del Congreso y ¡qué horror, qué bochorno!, se miraba y unas veces le devolvían la imagen con barba y otras con coleta; tan solo en ocasiones se reconocía a sí mismo cuando le devolvían su imagen en forme de  imberbe cara catalana.

 

Pero, ¡ah leche!, fue llamado a Zarzuela y mientras esperaba que el Rey apareciera se miró en un gran espejo –sin duda alguna beneficiosamente  trucado- y le hizo la pregunta de rigor. La respuesta del espejo: ”Tú, Pedro, tú eres el más guapo” fue premonitoria  y poco después el mismo Rey se lo confirmaba: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi gobierno”. Salía más contento que unas castañuelas el designado y nada más pisar la calle se entera de que aquél en quién había puesto todas sus esperanzas ya le había formado el gobierno y además le pedía agradecimiento. El espejo de Zarzuela también se la jugó.

 

Durante un mes estuvo deambulando por eventos, congresos y todos los  medios de comunicación, puestos a sus pies de la manera más vergonzante. Llamó a la puerta del Coletas y nadie le salió a abrir. Desde dentro le lanzaban el rosario de exigencias y la fanfarronada del conmigo o contra mí. Pensó que a falta de pan bueno serían tortas y se fue en busca de un desesperado que clamaba también por ser reina por un día. Se vieron, se miraron, se entendieron y  rubricaron que compartirían el mismo espejo, juntos o por separado. No debió agradar la imagen resultante a los espejos del Congreso, por más que Patxi López se empeñara en pulirlos y de nuevo sintieron, esta vez los dos, el horror de verse reflejados unas veces con barba y otras con coleta.

Ya al margen de esta historia de espejos amañados, la gente se pregunta: ¿Por qué no se permitió desde el principio gobernar al más votado, buscando en el diálogo, la concesión y el interés común las bases del entendimiento?, ¿Por qué el derrotado Sánchez ya apareció en la noche del 20-D eructando “noes”  a troche y moche?, ¿Por qué fue a decirle al Rey que él controlaba la partida sin apenas haber repartido cartas?, ¿Por qué el Rey  fue tan cándido que dio crédito al farol del tahúr?, ¿Qué va a decir el Rey después de haber comprobado que la oferta de Sánchez era un brindis al sol pensado solo para beneficio propio?, ¿Qué recorrido tendrá a partir del fracaso de la investidura el convenio contra natura de Pelé y Melé?.

 

Ya está bien de tomarnos el pelo. Ya nos cabrea la forma en que están jugando con la voluntad del pueblo. Ya huelen los individualismos y los intereses particulares o de clan. No podemos consentir que la ambición y odio que alberga el candidato socialista impida la formación de un gobierno estable de vocación constitucional. No debemos consentir que la pata podrida podemita de esta mesa llamada España, consumida por el odio a todo aquello que representa democracia, libertad y entendimiento;  la pata podrida de populismo y vulgaridad, pueda contagiar a los que hasta ahora han sido pilar fundamental en el gobierno de la Nación. Las ambiciones de Pedro  I el Guapo se asemejan al anuncio de las Pilas Duracell,  pero alguien tendrá que declararlas agotadas, alguien tendrá que decirle que su ocasión ya pasó. ¿A qué espera el Rey?

¿Por qué si el camino se acaba el tonto sigue?.

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El camino se acaba pero el tonto sigue

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