Combatir la Gran Recesión de 2008 mediante un proyecto económico liberal, impuesto por las élites económicas y políticas europeas, ha supuesto un fracaso rotundo que se paga día a día con un paro estructural que golpea a más de 22 millones de personas, con una generación entera de jóvenes martirizada en el “altar de la austeridad”. La cohesión ha saltado por los aires, como consecuencia de haberse instalado en los países europeos un policentrismo político, que empuja a optar por objetivos divergentes, dejando al descubierto la incapacidad de responder de modo solidario a la crisis de los refugiados, la más importante tragedia humanitaria en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Europa está herida muy grave por la crisis mundial de 2008, (resultante de las políticas especulativas, sin reglas, puestas en marcha desde EEUU a partir del año 2000) al no reaccionar proponieno una estrategia anticíclica de relanzamiento económico, controlando el €uro fuerte, dando flexibilidades presupuestarias a sus Gobiernos, – EEUU lo hizo de manera inteligente – NO, a Europa se le puso “la camisa de fuerza de la austeridad” (y seguimos en ella) que conduce a un hundimiento del que nadie sabe como se va a salir. La política de austeridad de los paises de la periferia del €uro, no ha resuelto el problema del endeudamiento público; y si algunos países (España, por ejemplo) crecen a tasas del 3,2%, (después de fuertes hundimientos del PIB) ha sido en su mayor parte, a costa de ajustar los salarios y precarizar el empleo.
Nos encontramos con una relación causa efecto entre la política de austeridad impuesta y, la actual incapacidad de actuar frente a la demanda humana de refugiados. La Unión Europea, Europa, en un contexto de crecimiento hubiera podido aprovechar la llegada de refugiados y otros inmigrantes para consolidar su tejido económico, social y tecnológico. Hubiéramos evitado el auge de los populismos xenófobos y sobre todo los Estados europeos, no habrían pisoteado los principios de derecho sobre los cuales se asientan desde su fundación.
Nuestra realidad es cruel, desde junio de 2015 se viene convocando, como mínimo cada dos meses, una Cumbre europea para acordar medidas sobre los refugiados. Pues bien, la acogida ha sido con cuentagotas, ridícula ante el desafío de millones de peticionarios de asilo, repartidos según criterios formales y desigualitarios no aceptados y no aplicados por la mayoría de los Gobiernos europeos; capitulando ante gobiernos autoritarios, abiertamente xenófobos (Orbán en Hungría o Beata Szydto en Polonia).
Sin un mínimo de compromiso, de seriedad, el bien colectivo se hunde y desaparece. El cierre de fronteras no hace más que extenderse, provocando un efecto dominó. Sufrimos en la Unión Europea una falta de reacción frente lo acordado: no lo cumplen, no desplazan a los expertos necesarios para que funcionen los puntos de entrada regulada de refugiados en Italia y Grecia, sin los cuales los mecanismos de recepción, registro, reparto y devolución es imposible; no envían personal a Frontex, ni aportan fondos comprometidos con Turquía; y ponen todas las trabas posibles a la aceptación de las cuotas de refugiados.
Todo el mundo sabe que los refugiados tienen derechos y los estados democráticos están obligados a acogerlos de manera y forma humanitaria. No se trata de una opción, ni un tema a debate. Todos los responsables de los 28 Gobiernos de la UE; el Presidente del Consejo; de la Comisión y del Parlamento, conocen la solución y los mecanismos que pueden impedir una catástrofe. Se trata de: establecer acuerdos con Jordania y Turquía, que permita trasladar a Europa a esos centenares de miles de personas de manera ordenada y segura, distribuyéndoles por cuotas en la mayoría de los 28 países que integran la UE.
Bien, pues la UE, no quiere resolver la crisis migratoria y ha decidido subarrendarla, externalizando su responsabilidad contratando por 3.000 millones de €uros a la gendarmería turca, pero sobre todo abstrayéndose de sus responsabilidades humanitarias, canonizando las expulsiones en caliente y rebajando a Turquía las condiciones de adhesión. Se da aquí el contrasentido de avanzar en sus aspiraciones de integración en la UE, cuando más ha retrocedido Turquía en sus estándares democráticos. Europa se hace condescendiente con la autocracia de Erdogan, mientras este usa como le da la gana la presión de los refugiados, abusa de sus poderes y condiciona la libertad de expresión.
La emergencia de la inmigración ha desdibujado el espíritu comunitario respecto a sus obligaciones originarias. No se puede reprochar a los populismos la culpa del euroescepticismo, cuando es la propia UE la que se encarga de fomentarlo. Se ha renegado de la conciencia y de la ética que alentaron nuestro compromiso político, forzando y retorciendo la interpretación de las leyes, vulnerando el derecho internacional. Hace menos de un mes con Reino Unido, se aprueba su nuevo estatus que para evitar su divorcio, se pone en cuestión los derechos de los ciudadanos europeos y su libre movimiento. Europa renuncia a si misma como un absurdo camino de supervivencia.
La UE está cediendo a todos los chantajes. Turquía ahora, Reino Unido hace menos de un mes, a los que hay que añadir la presión constante de los gobiernos xenófobos dentro de la UE, la debilidad política de Angela Merkel, el riesgo electoral, el cinismo de Francia en su capitulación de los derechos del hombre y la doctrina pionera de la política española. El presidente del Consejo Europeo el polaco Donald Tusk lanzó el pasado tres de marzo desde Grecia un mensaje que revela la incompetencia que provoca el grado de desesperación y de impotencia de los gobernantes comunitarios, ante una crisis que los desborda. Tusk apeló: “a todos los potenciales inmigrantes económicos ilegales que pretendan alcanzar la UE. No vengáis a Europa no creáis a los traficantes, no arriesguéis vuestras vidas”. Donald Tusk: Tú no eres nuestra Europa.