España es hoy como una cocina sin sal, ni aceite de oliva. Eso sí, tenemos más “cocinicas” ambiciosos que ajo morado en Las Pedroñeras. Estos “artistas” del sofrito político (cada vez más) se afanan en preparar recetas revolucionarias, con la intención de hacer “tilín” al mayor número de “clientes” de fácil estómago. Pero no una receta cualquiera. Cuantos más potingues e “ingredientes” raros mejor. Aunque sepan a rayos y puedan contribuir a una subida generalizada de tensión y colesterol juntos. El caso es llamar la atención, sin considerar ni por un segundo, que el “revuelto” que se ingenian con tanta mezcla y condimento dispar incompatible, pueda sentar bien, salvo a los estómagos agradecidos.

Estamos ante un banquete con tantos invitados, que no hay camareros suficientes para servir correctamente el menú. Lo peor de todo, es que en la mesa, que es España, ya no cabe tan abundante vajilla que permita una degustación sosegada, como Dios manda. Nos están invitando a  saborear un menú tan  variopinto y tan difícil de digerir, preparado con prisas y sin guantes, con un ceremonial tan propio de maestros de la confusión, a los que les importa poco cómo quede de sucia la cocina después del guiso. Lo peor de todo, es que ni ellos mismos saben cuál será el menú final, postre incluido.

Esta situación, tan insostenible como sobada, se está empalagando a los españoles normales, que están hasta el gorro de aguantar las ambiciones enfermizas, las peripecias, las indecisiones, el “ya voy, pero me quedo”, el “ahora sí, pero no”. “Más tú, pero déjame un hueco en tu cama y préstame la manta que me dé calorcito”.Y por si acaso, que ahora me ayuden a decidir todos mis vecinos de comunidad, los que me aplauden hasta con las orejas y los que me piden prudencia, así salvo mi trasero ante mi gente y me gano una buena habitación para cuatro años. Como los demás. Legítimo, pero… Mucho barón, que no se moja y demasiado ruido y pocas nueces Y mientras tanto, los “otros” frotándose las manos y disfrutando como enanos ante alguien que nunca sabe si va o viene, pero lo ambiciona todo.

Auténtico sainete, con menos gracia que los principios de Cantinflas (con el máximo respeto al artista mejicano).   Puede que sea la receta ideal para aquéllos que pretenden impulsar su particular ceremonia de la confusión. Ya lo decía Don Quijote: “Dad crédito a las obras y no a las palabras”. Efectivamente, aquí hay muchas palabras huecas y demasiada trastienda. Hay mucho pinocho alquimista con la nariz kilométrica, con variada mezcla de colores y sabores.

¿Por qué será que ahora que a algunos les ha entrado la fiebre por hacerse un selfie de convivencia, menos con el ciudadano que les insta a compartir un proyecto común en beneficio de España y no de los propios? Cada cual puede hacer de su capa un sayo, siempre y cuando no nos salpique a millones de españoles que asistimos atónitos a un espectáculo vergonzante. Lo peor de todo, es que preocupe más ocupar una butaca, más o menos alta, que lo que verdaderamente representan que es a España, aunque a algunos eso de España les suene muy raro.

Luego están los que con buen criterio, pretenden un proyecto común, aunque se hayan vuelto a encontrar, muy “oportunamente”, como en plenas Elecciones Generales, con problemas judiciales graves y vergonzosos, caso de confirmarse. Eso hace daño y resta credibilidad, a lo que hay que añadir la blandengueria por puro complejo. Total, que estamos metidos en un laberinto del que nos va costar encontrar la salida airosa y digna.

Por desgracia, en los últimos tiempos, la política española parece un pato ”mareao” en mitad del océano y sin ningún barco a la vista. Ni una isla donde poder preparar un cocido de auxilio. Claro, que dependiendo de quienes fueran los “cocinicas” encargados de calentarlo. Total, que no sabemos si son galgos o podencos. Todo llegará para gusto de unos y disgusto de la gran mayoría. No por nada, sino por la incertidumbre que genera un futuro incierto. Ojala y nos equivoquemos.

MANUEL SAÉZ – Ex director RNE Albacete

 

 

 

 

 

Demasiados cocineros

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