Los taurinos saben que el paseillo es como la tarjeta de presentación del festejo que se pretende. Sirve como cartel físico de los maestros que saldrán a la plaza a mostrar su arte, jugándose el tipo ante morlacos que con sólo verlos aparecer por el toril dan ganas de salir corriendo. Pero los diestros, suponemos, saben de qué va y a lo que se exponen. Es su profesión.
Lo malo es que no en todas las profesiones se conocen los límites de cada cual. En política, como en todas partes. Hay mucho vivo (“espabilao”), liviano y ensayista, que cree que todo el monte es orégano y hay que entrar por el aro, sí o sí.
En España siguen jugando al “pillao” a costa de todos nosotros. Incluso hay expertos en cantar la palinodia, que, según los antiguos griegos, que eran unos tíos muy cultos e inteligentes (los de ahora son “demasiado listos”), significaba “retractarse, desdecirse públicamente de lo dicho con anterioridad”, “inventaron unas composiciones poéticas destinadas precisamente a decir lo contrario de lo que habían dicho antes”. En definitiva, que nuestros políticos de ahora mismo, los recien llegados y algunos más veteranos, están jugando a inventar su propia palinodia con la que volver tarumba al resto de españolitos.
Dicen algo hoy, a sabiendas de que mañana dirán lo contrario, incluso en lo que creen. Mientras tanto, mantienen entretenido al personal que se está cansando de tanta parodia absurda.
A los Sánchez, Iglesias, Rivera y compañía, sobre todo a los dos primeros, aunque lo nieguen, les encantan los paseíllos juntos, hacia las cámaras, montera en mano, para brindar el presunto “triunfo” de algo que no existe. Y si al final, se consolida todo como ellos quieren, la “gran faena” será para todos nosotros. Espero que haya menos pañuelos pidiendo orejas y rabo para los “triunfadores”, sin vuelta al ruedo ni salida a hombros. Aunque a algunos les encantaría salir por la puerta grande.
Además, Pedro y Pablo, no los Apóstoles, sino la pareja de moda en España, se vuelven locos por las redes sociales, sobre todo Twitter, el feliz invento de Jack Dorsey. Hay que reconocer que es una manera astuta, pero legítima, de intentar meterse en el bolsillo a cierta gente en busca del voto perdido, o por perderse, cuando llegue la ocasión, que podría ser más pronto que tarde y que ninguno de los dos desea.
Sea como fuere, España necesita un Gobierno. No de cualquier manera ni a cualquier precio. Dicen los expertos que pronto podríamos empezar a notar el parón y la incertidumbre, con la idea, cada vez más repetida entre nosotros, de que “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”. Y si no, al tiempo, que todo lo pone en su sitio.
Menos paseillos en amor y compaña. Menos ambición personal y partidista, menos peloteo, mucho menos pasotismo y una mirada responsable alrededor de lo que tenemos, antes de que empiecen (que ya lo hacen) a dudar de nuestra capacidad de reacción ante tanta martingala, vacilación y despropósito. La idea de don Pedro es que la otra pareja ceda. El, no, claro. Así no se va a ninguna parte.
Entre unos y otros “la casa hecha un asco y sin barrer”.
Y luego, afrontar juntos las diferencias para impulsar más aquello que nos une que lo que nos separa. Queda mucho por hacer juntos. Muchos retos pendientes. Y eso lo saben aquéllos que quieren romper España. Si no es así y cada cual intenta vender “su libro” a su modo y manera, mal nos van a ir las cosas.
Seamos optimistas y consideremos que la cabeza no está sólo para llevar sombrero, gorra o boina. Mucho emergente sin ideas claras. Excesivo cameo populista. Otros, en cambio, dedican demasiado tiempo a mirar hacia otro lado, en actitud somnolienta, dando lugar a que sus jóvenes empiecen a perder la paciencia, con razón.
España ni puede, ni debe, convertirse en un puro disparate.