Este fin de semana me tocaba ir a dar una vuelta por mi aldea de Góntar y ajeno a lo que se estaba cociendo, notaba que no era normal el tráfico por esas carreteras una semana después del puente de Semana Santa. Pensé que este fin de semana les tocaba a los que no pudieron hacerlo en el anterior. Mi sorpresa fue al llegar a Yeste y ver el pueblo completamente inundado de vehículos, calles, aceras, dobles filas, solo les faltaba aparcar uno encima de otro. Pregunté y me dijeron que es que se celebraba la cuarta edición del “Desafío Lurbel”. Como uno no está en esas cosas pregunté y me aclararon que el tal desafío consiste en tres carreras a pie, una de 18 km. con 550 participantes, y otra de 37 Km. con 300 y la tercera, con 73 Km. y quince horas de duración a la que se habían apuntado unos 200 participantes.
A principios de año, el día de San Antón se inauguraba en Yeste el Circuito Provincial de carreras populares, con una prueba de 10 Km. y varios centenares de participantes.
Este mundo moderno se va a convertir en un estadio gigante al que los médicos se han propuesto enviar a todos los viejos a andar y los políticos a todos los jóvenes a correr. Cierto es que nuestros viejos están más ágiles y sanos, como cierto será que a la vuelta de veinte o treinta años las consultas estarán llenas de tullidos.
Pero bueno, no era ese el hilo de mi escrito sino comentar, sin ánimo de ofender a nadie, la precaución que aconseja la dificultad de moverse por las carreteras de la Sierra en días de estos o en otros de fiestas o puentes. Si pretendemos llegar a la Sierra a través de Hellín, vamos a tener un agradable viaje de ida hasta Elche de la Sierra. En este punto la Consejería de Obras Públicas se empeña en no hacer una circunvalación como felizmente se hizo en la pedanía de Isso. Posiblemente las autoridades locales no estén tampoco por la labor, por las posibilidades de negocio que se pierden y por la suculenta tajada que debe proporcionarles el radar que la Policía Local instala en las entradas del pueblo.
El viaje de ida continua a partir de allí con una lentitud pasmosa debido a que siempre hay domingueros de ocasión que entorpecen la marcha de los domingueros fijos, en su mayoría murcianos y alicantinos o de los que como yo tenemos un pie en la ciudad y otro en el campo. Aun así y a causa del escalonamiento de la salida, no suele haber concentraciones como sí ocurre en el regreso, en el que casi todo el mundo lo hace a la misma hora.
En los muchos viajes de este tipo que llevo a mis espaldas he llegado a varias conclusiones y una de ellas es que cuanto más avanzamos en el tiempo, más autovías tenemos y mayor es la concentración de población en las ciudades, peor se conduce por las carreteras de segundo y tercer orden y no digamos ya por las provinciales o locales que en estos parajes abundan.
De igual forma que yo me siento cada vez más incómodo a la hora de acometer circuitos urbanos, infectados de glorietas con a veces escasa señalización, entiendo que la gente acostumbrada a la ciudad y la autovía vea como una aventura hacer un recorrido por la Sierra, tanto si es por carreteras señalizadas o por las que no lo están. El urbanita cuando llega a las curvas se duerme; frena en todas sea o no necesario, que casi nunca lo es por la lentitud con que circula. Invade el carril contrario abriéndose en las curvas, como si de un circuito de velocidad se tratara; si encuentra una recta por pequeña que sea pisa a fondo el acelerador para volver a estancarse a la siguiente curva. Si la carretera o camino asfaltado no tiene señalados los dos carriles, el urbanita va por el centro, sea recta o curva y no permite adelantar aunque lleve tras de sí una cola de coches. Si la carretera sigue el curso del rio, próxima a él, el urbanita no se arrima a la orilla ni por casualidad, conduce por el medio, se asusta cuando ve a alguien de frente, pretende que el otro se aparte y le ceda el paso; va como Perico por su casa pero asustado. De hecho, en estas carreteras de la Sierra no suele haber accidentes de tráfico salvo en verano y fines de semana. Es muy raro que cuando transitan los autóctonos se produzcan accidentes salvo cuando algún joven se pasa de rosca.
A la vuelta y superada la prueba serrana con mareo incluido, han conseguido llegar a Elche de la Sierra y a partir de allí en que la carretera es prácticamente recta, o porque van repasando pausadamente la experiencia o porque van hablando por teléfono, lo cierto es que si uno pone el coche a 80 en tramos normales permitidos hasta 100 Km/h. los siguientes se van agregando sin adelantar, formando colas de diez, veinte o treinta vehículos. Es muy comentado por esas tierras el carácter gregario de murcianos y alicantinos en los viajes dominicales de regreso.
Los ciclistas son otros elementos de riesgo continuo los fines de semana hasta el punto que verlos en fila o de dos en paralelo es una casualidad porque lo normal es ir apelotonados sin reparar en el tipo de vía por la que circulan, pero eso sería tema para otro artículo.
El reciclaje de los conductores no debería limitarse a la renovación del permiso de conducir sino de establecer –por parte de esa mina de oro que se llama DGT- campañas y cursos gratuitos a determinados años y colectivos de forma que se tenga conocimiento actualizado de señales y normativa y del hábito de conducir bien, que en determinados lugares se va perdiendo. De momento, a los domingueros – que son parte importante en la economía serrana-, que tengan más precaución y menos miedo; que en la carretera la derecha no solo no es mala sino necesaria, que se puede contemplar el paisaje sin entorpecer la marcha de los demás etc. etc. etc. A los que somos asiduos a esos recorridos solo cabe recomendarnos precaución y paciencia.