Lo de “atado y bien atado” es así como ese lugar común al que se recurre cuando hay un cambio de estado, de situación, cuando se cede o se traspasa algo que encierra condiciones, cuando se da por hecha la continuidad de algo, etc. etc.
El política no ocurre lo que en otros ámbitos de la vida, donde lo “atado y bien atado” puede surtir efecto con más regularidad, aunque hasta en la leyenda de los cinturones de castidad se cuenta como los cerrajeros rompían los candados dando así suelta a los placeres carnales de las enclaustradas, hasta que oyéndose los clarines que anunciaban el regreso del señor el mismo cerrajero los reponía sin que se apreciara la burla. En política cuando alguien dice que está todo atado y bien atado lo primero que se entiende es que el nudo está a punto de deshacerse o el cerrojo de romperse. Es pura fantasía de quien ostentando el poder piensa que sus sucesores continuarán por esa línea, fantasía que suele chocar con la realidad tan pronto desaparece el fantasioso
No sé si esta frase se ha utilizado con tanta trascendencia como cuando Franco la pronunció en su discurso de Navidad de 1969 dando a entender que la continuidad del régimen estaba asegurada, como así se pensó hasta su fallecimiento, tras el cual y en cuatro días el régimen se desmoronó dando paso a otro que, transcurridos los mismos años, está también a punto de desmoronarse.
En las postrimerías del felipismo los socialistas amenazaban a los pensionistas con que el “bigotes” les quitaría la pensión. Cuando tras la llegada de Aznar las pensiones se seguían cobrando, el mensaje cambió diciéndoles que si las seguían cobrando era porque Felipe lo había dejado todo “atado y bien atado”. Felipe también creyó que todo lo dejaba en ese mismo estado y en los ocho años de Aznar hubo más cambios en la dirección del PSOE que en el medio siglo anterior.
Aznar también creyó lo mismo y aunque en su cuaderno azul ya tenía escrito a quién le iba a colocar el nudo de la continuidad, no se le ocurrió otra cosa que anunciar su salida un año antes y con ello comenzar una guerra interna que su sucesor tuvo que librar hasta asegurar su poder en el Congreso de Valencia, donde se desató el nudo que le unía al aznarismo. Claro que al final habrá que reconocer que Aznar lo dejó todo en su punto pero sin fecha a la vista de la reivindicación aznarista del nuevo líder popular.
Atado y bien atado lo dejó Pujol si nos referimos al dinero de “Espanya ens roba”, que él robó y que no aparece, porque si lo miramos desde el punto de vista político CIU ha pasado de ser la derecha clásica nacionalista catalana a ser un hervidero de individualismos aferrados a un procés que ve la independencia de largo pero “la pela” de cerca.
Igual de asegurado creían haberlo dejado los barones socialistas cuando pusieron de patitas en la calle a “Pedro I el Breve” y todo indica que o los nudos estaban flojos o se dejaron alguno por atar, seguramente el nudo de las bases, de las que nadie se acuerda hasta que hay un mitin previo a una urna; un error que Sánchez aprovechó y ahora convertido en un nuevo “Bamby” les hace pagar, aunque su ambición le ha llevado a otro nudo, gordiano en este caso al que no podrá cortar ni desatar salvo con una pronta convocatoria de elecciones.
Rajoy podía haberlo dejado supuestamente atado y bien atado de haber seguido utilizando el sistema digital (de dedo), bien nombrando a su paisano Feijóo o a su delfina Soraya, pero confió en que nobles y plebeyos iban a coincidir en proclamar a su indisimulada favorita y contempló también con indisimulada frustración cómo los recién llegados pregonan ya que harán con él lo que él hizo con Aznar.
A burro muerto, cebada al rabo, Mariano. Esto ya no tiene compostura, salvo que Casado obtenga una considerable derrota electoral y desde Galicia levanten el vuelo. En política parece ser que el “atado y bien atado” solo funciona mientras alguien tiene la cuerda y hace los nudos. Cuando ese alguien suelta la cuerda no pierde tiempo el que la coge para deshacerlos.