-Ha sido excitante el cruce (crossing, para los que todo lo traducen al inglés, desconozco la razón) del Atlas con el 4 X 4.
-Sí, y combinarlo con el senderismo (trekking, para los mismos, por si no se acuerdan del castellano) y correr ligeramente (running, última concesión traductora) lo que nos ha permitido convivir con los bereberes y conocer sus casas, sus costumbres, su comida, sus bailes…
-Por cierto, casi te hacen el “cuelling” (sin traducción, pero se entiende) cuando, dejándote llevar por tu natural seductor, después de ser invitados a cenar en la jaima, la bailarina te animó a salir al escenario para enseñarte la danza del vientre y a mover la lengua con su gritito característico. No te rogó mucho.
-La bailarina me masajeó la espalda con morbo. Pensé en un acercamiento intercultural e interracial.
-Y su marido te miraba echándose mano a su alfanje, cosa que advirtió un francés que saltó a la zona de baile y te lo indicó.
-Me quedé sin aprender el gritito. Únicamente vi que la lengua la ponía vertical y…
Dejé de poner atención a la conversación de la pareja que nos acompañaba y me centré en mi Johny y en el atardecer que, como grandioso espectáculo, se nos ofrecía. Casi todos los días lo vivíamos juntos paseando por la playa, tranquila y larguísima playa, con olas que nos acariciaban. Caminábamos al paso, armónicos, pisando el agua, cadenciosos, desnudos, con nuestros musculados y esbeltos cuerpos. Nos rozábamos de vez en cuando e intercambiábamos miradas cómplices. Era a lo más que podíamos aspirar en el país que vivíamos, al ser del mismo sexo.
Los colores del atardecer cambiaban en el horizonte. El sol era nuestro testigo. Conforme iba bajando, un velo lo transformaba todo con su gradiente de los colores del arco iris. El mar nos ofrecía desde el verde esmeralda al azul zafiro.
Cuando el sol rozaba el mar, se achataba, se resistía a desaparecer. Una ligera brisa parecía querer animarle. Un baile de morados, lilas, rojos, amarillo intenso…, se nos ofrecía. Por fin la estrella se escondía y se despedía ofreciéndonos la esperanza del día siguiente. Éramos muy dichosos y afortunados.
Queríamos haber ido al World Pride (lo siento, otra palabra en inglés, pero con nombre propio) de Madrid este año.
Existían dos inconvenientes: somos árabes y caballos…