Viene a cuento este viejo refrán castellano en un día, como mañana, en el que sesenta y pico mil afiliados al Partido Popular van a inaugurar una nueva época en el funcionamiento del mismo y quién sabe si del resultado podrá derivarse un nuevo giro que permita desencallar el barco de los bancos de corrupción y sacarlo a aguas profundas para poner de nuevo el rumbo hacia Moncloa, puerto que se ha demostrado no solo se conquista con urnas sino con amaños y traiciones.
Mañana, sesenta y pico mil fieles del PP van a romper la apatía de cientos de miles de militantes afectados de males como la pereza, la desgana o el desinterés, signos que han sido durante años la tarjeta de identidad de una militancia abandonada a caer en el ostracismo más profundo y que se resiste a creer que el albatros que sobrevuela la nave vaya a traerles alguna medicina contra el desarraigo.
Seis candidatos, seis, harán mañana el paseíllo en el ruedo nacional convertido en centro de peregrinación mediático. Habrá trofeos sin duda pero también bronca; pañuelos, silencio y pitos que es lo típico de las aplomadas tardes taurinas. Seis candidatos que, por ambición, despecho o incordio, van a conseguir que la militancia activa encuentre un punto de coincidencia con alguno de ellos y eleve a los altares a dos triunfadores, a sabiendas de que sus pañuelos ya cumplieron y ahora es el pañuelo del palco presidencial el que decide.
Si Dios es el equivalente a la universalidad, San Pedro sería quién controla el aparato y habría de darse la circunstancia de que fuera tan grande la temeridad del segundo como para despreciar lo dispuesto por el primero y con ello el celestial caos estaría servido. Es lo que puede ocurrir en el PP si para una vez que se da la palabra al populacho, la gerontocracia reinante hace oídos sordos a lo que éste diga.
Descartados en el primer lance quienes acudieron por despecho u oportunismo pero firmes en su propósito de poder aunar sus fuerzas a alguno de los supervivientes, los interesados en decidir el resultado de la contienda podrán aupar a dos de la terna, con la dificultad de hacerlo sabiendo que en esta ocasión en el PP van dos por tres calles, lo viejo y lo nuevo por tres caminos diferentes y con la incógnita de si puestos a razonar habrá un movimiento de aproximación que permita que, sea lo nuevo o lo viejo, hagan confluir los tres caminos en uno, que sería lo deseable y facilitaría la labor a ese viejo San Pedro que quisiera servir a un tiempo a sí mismo y a su amo.
Mañana es el paseíllo y los pañuelos, silencios y pitos del respetable. El día 21 habrá que estar pendiente del palco.