No vengo, como Santiago, con mi caballo blanco a salvar nada. Únicamente reflexiono, fuera de modas extremistas, sobre los bandazos que sufre esta España de todos, acerca de lo que se dice que ha representado y hecho en el planeta Tierra, sobre todo a lo largo de los cinco últimos siglos. Acepto mi limitada formación e información, pero creo que soy objetivo. Y si es criticada, positiva y negativamente, durante tanto tiempo y por tantas personas, es que, como dice un gran pensador gallego, “España ha hecho cosas”, muchas, por mucho tiempo y en muchos lugares, movido por muchos intereses y dirigentes. Creo que lo aportado positiva y globalmente, supera en mucho a lo errado. Como los fallos ya nos encargamos de airearlo, más dentro que fuera de nuestras fronteras, destacaré algún hecho no muy conocido, del que me siento orgulloso. Debido a las muchas culturas que hemos asimilado en las diferentes invasiones que hemos tenido, me atrevo a aventurar que al hacerlo nosotros, hemos “polinizado” a otros pueblos, a la vez que absorbíamos las nuevas culturas, ayudando a realizar un gran mosaico poli-cultural y étnico al cruzarnos con otras razas, que en eso no hemos tenido remilgos. Tranquilos que no voy a emplear la frase de “crisol de civilizaciones”.
Al grano. Como persona, español y albaceteño, me enorgullezco del paisano de Villarrobledo, Tomás de Torrejón y Velasco, nacido el 21 de diciembre de 1644, que fue compositor y organista del período barroco. Su padre, Miguel, era jefe de cazadores de Felipe IV (de la Casa de Austria, no vayamos ya a hacer reglas de tres con la caza, que éste no se iba a África; al menos Velázquez, paparazzi de la época, no lo “pilló” en ningún retrato). Colocó a su hijo Tomás como paje en casa del Conde de Lemos, quien sería designado virrey del Perú. Y ahí viene mi admiración sobre lo que hizo el paisano en el Perú, donde llegó con 23 añitos. 9 Años después de hacerlo, fue nombrado Maestro de Capilla en la Catedral de Lima, epicentro de la actividad artística e intelectual del extenso y rico virreinato del Perú y además lo fue sin ser cura, el primero, aunque sí su hijo mayor, jesuita. Con su segunda mujer tuvo cinco hijos más, de los que cuatro también fueron clérigos, por lo que se consideró que en él, había un buen “miembro” (sic) de la Iglesia, por su aporte al clero. Entre obra y obra, hijo e hijo, murió en Lima a los 83 años. Su legado musical se halla en Cuzco, Sucre y Guatemala. Aún se sigue cantando su canción de cuna “rorro”.
Pero su mayor éxito profesional fue La Púrpura de la Rosa: ¡primera ópera compuesta y ejecutada en América! Fue un encargo del XVII virrey del Perú, por el décimo octavo cumpleaños del Rey Felipe V (ya Borbón) y primer aniversario de su ascenso al trono, con una loa que la precedía, enfatizando su bondad y justicia (seguro que si hubiese sabido cómo le pagó después el monarca, se la había ahorrado). Anda ya que el texto es, nada menos que de D. Pedro Calderón de la Barca. Se estrenó el 19 de diciembre 1701, en el Palacio del Virrey de Lima y se conserva en la Biblioteca Nacional del Perú. Ópera en un acto que cuenta el mito del amor de Venus y Adonis, con celos de Marte. En ella se escuchan coplas y tonadillas, guitarras, arpas, clavecín, chirimías, castañuelas, panderos, sacabuches…todo muy hispano, dedicado al Rey nacido en Versalles, Don Phelipe Quinto. Fue también la última ópera en español pues, correspondiendo mu malamente con el albaceteño, Don Phelipe (duque de Anjou, nieto de Luis XIV, que le encontró este curro, cuando era un nini, al enterarse de que en España había muerto sin descendencia Carlos II, el último Habsburgo, sin opositar, eso sí, pero costó una guerra) prefirió la música barroca italiana y eligió al italiano Roque Ceruti como sucesor de Tomás. La segunda ópera se llamó Partenope, ya en italiano y la compuso el mexicano Manuel de Zumaya. Aun así, Haendel copió el nombre en su propia ópera.
Cuando tenía 41 años, D. Felipe V le pasó el cetro a su hijo Luis I, pues quería volver a Francia para ser Rey allí y hacer una especie de Monopoly con Austria a la vista, pero Luis murió y se lo devolvió, teniendo que llevarlo hasta 1746. Curioso que aparte de Luis I, tuvo más hijos que fueron reyes: Fernando VI, Carlos III y Felipe I de Parma. Carlos, el hijo de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, fue Rey de Nápoles y Sicilia. Pienso que sería merecedor de un Guiness. Por los Decretos de Nueva Planta, abolió los fueros aragoneses y valencianos que apoyaban a Carlos de Austria, en la Guerra de Sucesión, desde 1704 a 1713 que terminó en el famoso Tratado de Utrecht, por el que perdimos, entre otros, el Peñón de Gibraltar.
D. Felipe V fue llamado el Animoso, pero la verdad es que primero estuvo influenciado hacia Francia por la Princesa de los Ursinos, su primera esposa y luego por Isabel de Farnesio, su segunda, que derivó a Italia. Ánimo y ojo también le faltó a D. Felipe, pues Jorge, Rey de Inglaterra, le propuso cambiar Gibraltar por La Española (Haití más República Dominicana) o por Sicilia, pero Felipe no quiso. Únicamente mandó, a la derrota, claro, a tomar el Peñón a 20.000 hombres en 1727. Tras la Guerra de Sucesión, se aprobó la Lex Sálica, en 1713, modificada en Sucesión Fundamental, que permitía gobernar, con restricciones, a las mujeres, siempre que no hubiese hombres; hijos, hermanos y sobrinos (ojo, vigente, artículo 57 de nuestra actual Constitución Española, por lo que si los actuales Reyes tuvieran un varón, sería éste el heredero y adiós Leonor de reina, como ocurrió con D. Felipe VI con su hermana mayor). Ley que derogó por la Pragmática Sanción el felón Fernando VII (¡El Deseado!) pues solo tenía dos hijas, la mayor Isabel II. Los ultra-absolutistas seguidores de Carlos María Isidro de Borbón, su hermanico, dijeron que nanai, que al ser hermano, le tocaba a él. Mira por donde este quítame allá ese reino entre los dos hermanos, trajo a España, tres Guerras Carlistas (1833-1840, 1846-1849 y 1872-1876), más los Alzamientos Carlistas de 1855, 1860, 1869 y 1900, en un campo abonado por el choque de ideologías políticas dispares en España; liberales contra absolutistas (Dios, Patria y Rey), con el foralismo latente, pues básicamente afectó al norte de España; País Vasco, Navarra, norte de Cataluña, Aragón y el Maestrazgo, entre Teruel y Castellón. ¡Prácticamente un siglo de dolor! Aun así resalto que, la primera ópera creada e interpretada en América fue de un español albaceteño, Tomás de Torrejón y Velasco.